(Hechos reales) Por qué soy logopeda: aspectos formales
Ahora que ha pasado el Día internacional de la de la dislexia, el 8 de octubre, y se acerca el Día internacional del daño cerebral adquirido (DCA), el 26 de octubre, escribo estas líneas para contar porque estudié logopedia. A la gente que me llegó a conocer bien no le sorprenderá mucho lo que escriba aquí porque fui una de las pocas que se matriculó en esta carrera como primera opción con la idea de trabajar como logopeda, aunque después la universidad te ofrece otras opciones que puedes compaginar con tu profesión.
La carrera de logopedia en la Universidad de Murcia (en cada universidad es diferentes) tiene dos pilares fundamentales que son la neurociencia y la psicolingüística, aunque esta última está más presente que el resto, con todo el sentido del mundo porque los logopedas trabajamos las alteraciones del lenguaje del sistema nervioso central y necesitamos saber cómo se procesa el lenguaje en él. Además, también recibimos formación en psicología del desarrollo, evaluación e intervención del lenguaje, y patologías del lenguaje, entre otros. Una de las alteraciones del lenguaje por las que entré a esta carrera fueron las dislexias (no sé si mi hermana fallecida tuvo que ver porque en esos momentos ella vivía y no tenía ninguna enfermedad y no esperaba que le pasara lo que le pasó) y resto de dificultades del aprendizaje que requieren apoyo educativo específico. Pero una vez dentro, las patologías del lenguaje por daño cerebral (como afasias, agnosias auditivas, alexias o agrafías) me engatusaron, convirtiéndose ambas en mis preferidas. Sí, todos tenemos preferencias. En mi promoción tenía compañeras a las que les gustaba más los que presentaban, TEA, otras sólo dislexias, otras daño cerebral, otras atención temprana, etc. Muchas en el último año de carrera ya estaban eligiendo el máster que iban a estudiar en relación a esas patologías y otras querían hacer una segunda carrera. Cada una tenía sus preferencias y motivos, y yo tenía los míos. Al igual que mi proceso preferido es la evaluación del lenguaje, concretamente la de corrección de la prueba y análisis de los resultados, mientras que otras compañeras preferían la intervención.
Por giros de la vida, acabé en atención temprana y discapacidad (me refiero al adulto que nace con discapacidad o se produce al inicio de la primera infancia), poblaciones que estaban más relacionadas con el grupo de trabajo del departamento con el que hice una beca de colaboración y en el que después permanecí durante el máster (y todavía tengo contacto con alguno de ellos). Gente maja, cercana, que se apoyan y ayudan entre ellos, que desapareces durante un tiempo y cuando vuelves te tratan como si no te hubieras ido, como si todavía pertenecieras al grupo. Sin embargo, la atención temprana y la discapacidad, a pesar de que son muy bonitas, no eran mi fuerte por motivos que ahora no revelaré (aunque ya hay una persona que sabe algunos), aunque los trabajos los cogí muy ilusionada y pude aprender mucho.
Después tuve que hacer un parón profesional por motivos personales, familiares y laborales para resolverlos (sin éxito), aunque aproveché para cerrar cosas, aprender otras (crear páginas web), tener pasatiempos (lectura y mayor apreciación por la cultura) y reflexionar sobre si quería dedicarme a la logopedia y las poblaciones diana con las que querría trabajar, además de incluir investigación, divulgación y docencia universitaria, (eso sí, a su debido tiempo). Empezar a las 8 de la mañana hasta las 3 de la tarde con los pacientes (los lunes hasta las 2 y por la tarde de 3 a 7 y media porque la jornada completa de un logopeda son 38´5) y por la tarde dedicarme al resto de cosas (formación, investigación, etc). Muy al contrario de lo que la gente piensa, esta profesión no deja mucho tiempo libre y el sueldo te da casi para vivir dignamente. Así que, si tienes que pasar todo el día (incluidas las tardes) haciendo cosas, por lo menos que sea algo que te guste. Evitarás amargarte, adquirir el hábito de meterte en la vida ajena y hacerles la vida imposible a los demás. Eso sí, como un trabajo, porque hacer por hacer para estar entretenida no suele “engañar” durante mucho tiempo a la motivación.
Ya veis, todo pensado. Y con mucha gente que se opone a que vuelva a la logopedia, y que sea con un contrato por cuenta ajena, y que pueda estar de mañana, y que sean con patologías que me motiven, y que tenga proyectos futuros, y que coja el tren, y que vaya a Murcia capital, y que quiera irme a Madrid, y que necesite independizarme, y que por qué no me muero ya...Esa gente (que a veces conoces y a veces no), que todo lo que dice o insinúa no sólo está demás, sino que los/las ignoro. Y el caso es que cuando hice el parón ya tenía a mi alrededor personas a las que les molestaba todas estas cosas y trataban de impedirlas. Supongo que ese tipo de gente nunca va a cambiar y ni a dejar de existir. No entro en más detalles con esto porque mi intención era hacer un resumen de por qué me hice logopeda, no de las cosas negativas que me hicieron separarme de la profesión durante un tiempo. Lo de opositar ni me lo planteo porque tengo otras prioridades como tener trabajo e independizarme (pero no en Cartagena) por el bien de mi salud mental.
Así que, este es un breve resumen de lo que soy y de por qué me levanto a las 5 de la mañana de lunes a viernes.
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